De mañana. Mañanas y mañanas


Cada vez más, necesito perder de vista despertador y agenda. 
Me conozco demasiado para saber que, sin ambos amarres, mi vida sería una sucesión de esfuerzos que no llegarían a nadie más que a mí en forma de agotamiento.
Repaso y vuelvo a repasar mis rutinas diarias. Intento descubrir qué es lo que no hago ahora, pero hice y lo hice bien-  que me resta energía y somete mi pensamiento a una circuito sin salida y sin meta a donde llegar y lo que es peor, sin recompensa alguna.
Despistada. Introspectiva. Callada. Cabizbaja... No me gusta.
Estar satisfecho es savia nueva, regeneradora y con seguridad la única meta que merece la pena alcanzar. Renuncio al dinero, al patrimonio, al poder, al liderazgo.... El éxito -el mayor de los éxitos- es una gestión que nos llene de satisfacción la cojas por donde la cojas: sin mellas ni zonas oscuras. 
Ahora no lo estoy.
Escribe, me dicen... pero no se puede escribir si no tienes nada que contar y los procesos internos de búsqueda basta con relataros una vez. Hay que respetar al que lee.
Sonará a simple lo que os voy a decir, pero era otra persona cuando jugaba al pádel. 
Estas pensado, te escucho desde aquí: ¡busca otro deporte! 
No, no es otro deporte, es ese deporte. 
Mis rodillas se han revelado contra mí.... y yo reacciono sumergiéndome en una búsqueda que tiene pinta de ser infinita.
Mientras, las mañanas se presentan con ganas de sábanas, calor de Gus y silencio, mucho silencio...
Enfrentarse a la edad es duro; reconquistarse, también. 
Eso sí, no imposible.
Buenos días, caminantes. 


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